Podrían haber sido días, o tal vez años y siglos, pero allí estaba. Los árboles con los
que había pasado tanto tiempo parecían haberse movido de sitio, en un cambio
constante pero vagamente. Todavía recordaba donde guardaba sus viejas
provisiones y donde se encontraba su marca de llegada. El viento hacía danzar las
hojas, de un lado para otro, simulando a miles de bailarines sobrevolando los cielos
azules sin nubes. Se enterneció, mientras que los ojos se le llenaron de lágrimas.
No se sabe bien si era de la alegría de volver o tal vez de la tristeza de volver a ser
desterrada. Cuando volvió de su destierro pasaron muchas cosas, demasiadas. Su
pueblo, qué cuando se fue era simplemente una pequeñísima aldea, en tal vez unos
años se convirtió en un pueblo hermoso, lleno de riquezas que se extendía hasta
donde podía la vista. Y en tan solo unos pocos meses volvió a ser desterrada. No
sabía porque, en realidad le había costado entender al juez mientras la declaraban
culpable de algún crimen extraño y totalmente desconocido para ella. Siendo
sinceros, el bosque le traía miles de recuerdos y buenos momentos. Ella misma
había aprendido a entender el bosque, su ‘carácter’ y mil cosas más. Aunque para
ella era normal, para los demás bueno...era algo raro. Antes, se sentaba en un
acantilado, admirando las nubes y hablándole a los árboles. Y allí estaba, mirando el
bosque en el qué pasaría otro año de su vida. Suspiró indignada, pero con un toque
especial en su voz. Algo...feliz. Se adentró decidida y llegó a hacer algo parecido a
un silbido. De pronto el bosque se silenció, y solo se escuchaban sus pasos pisando
la hierba y las hojas pasadas del invierno que ya venía. La chica sonrió
instantáneamente y espero pacientemente hasta escuchar una voz muy familiar.
- Eliza!- gritó un animal desde el cielo. Tenía una color blanco hueso y un pelaje
suave al tacto. Tenía unos ojos color salmón, qué le brillaban al verla de nuevo.
Unas alas brillantes surgían de su cuerpo que parecía en llamas. Cuando llegó al
suelo, corrió hacia ella, abalanzándose y le empezó a lamer la cara con impaciencia.
Eliza le abrazó y comenzó a reírse, revolcándose por el suelo lleno de ramas.
Sin duda, sería un gran año.
Africa R.
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